Soy la palabra que no espera
el ruido que hace hablar a tu silencio
el nudo de la cinta de tu pelo
la mirada que quiere subir a tu marea

El canto de esperanza en el asfalto
los dedos torpes que sueñan con tu espalda
las amarras de un barco encallado
el asesino sin culpa ni redada

Desde mi ventana

Desde mi ventana

martes, 31 de marzo de 2009

Quizás no

Me pregunto qué pasaría si dejara de perderme en el supermercado, o si el viento de la calle dejara de arrastrarme, si las cervezas de los bares vinieran vacías y no me dejaran chapotear en los charcos de una utopía tan grande como el olvido, o si el cine no diera siempre esa película idiota que me guiña el ojo y lo hace tirar agua hacia abajo, o si la mirada no esquivara tanto, si la pregunta tuviera alguna respuesta, o mejor, si la pregunta tuviera sentido, o qué pasaría si con alas y antifaz yo trepara a tu alcoba vacía y me tomara hasta la molestia de tu boca, o si afilara las uñas de los ojos para rascarte las vestiduras, o si te dejara tan desnuda como cierta en el medio de la avenida en una noche vacía de verano, si los árboles volvieran a cantar en cuatro idiomas o si la luna me diera la orden de besarte sin excusas, o si me fuera tan lejos que la noche no podría ni alcanzarme, ni siquiera la tuya, la almohada vacía, la sábana de escarcha, la humedad inocua e inolora de las lunas de una cama que ya no sabe contarlas, quizás no tendrías que maldecir a cada paso firme que camino hacia tu sombra ni llamar al destino para que aparte por vos mi mano de tu pecho y te vista, y que te vista con tanto abrigo hasta convertirte en madeja en un sillón cansado, con la casa olfateando recuerdos ingratos, absurdos, quizás tendrías que cantarle al pasado que se calle, o rogarle al futuro que alquile unas alas para volar tan alto que nadie te encuentre. Quizás bajarías al instante, porque en tierra o cielo mi mirada sería la misma. Exactamente la misma. Quizás arañarías verdades e hipotecarías sueños, o directamente los romperías, oero yo estaría tan lejos. Tan lejos que no oiría ni el llanto de los niños, ni los rayos del sol sobre tu pelo ni el suspiro de caricias en tu espalda, ni la humedad de tu boca pequeña y hermosa abrazando, y me abrasaría tan lejos del mundo que, esta vez, el humo no nublaría ni tus dudas.


O quizás no pasaría nada

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