Mi ruido es tu silencio,
ese que callas cada vez que hay que gritar.
Anda, la maleta está pesada, ayúdame a cargarla
empuja conmigo la piedra hasta la cima.
Y ella sólo oye el grito infinito del miedo,
el eco de fantasmas que por la noche la acechan
y la arrojan en el mar de la indecisión.
Se van cayendo los retazos, el eco de tu abrazo
que hasta ayer sabías dar, la certeza de presencia,
cuando ya no es tuya ni mía esta realidad.
Y sólo oigo el mar de las olas muertas,
que antes eran tercas, que nos hacen naufragar,
y sólo soy esa cara en la pantalla, que se esfuma,
que se va llorando entre los pasos por andar.
Y me voy bajo la lluvia que cae a pedazos.
Hoy llueve a cántaros y no tengo con quien cenar
Mañana quizás sea tarde cuando llames a la puerta,
la que nunca tuviste el valor de derribar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario