A veces necesito volver, o ir, o encontrarme,
o perder el rumbo por completo, naufragar
entre las olas de mares cuyo nombre no recuerdo.
Y me voy entre la bruma, me pierdo y me camuflo
y me escondo en la hojarasca de mí mismo,
en las palabras gastadas de mis versos
que no sé en qué puerto aparcan,
en los pantanos donde alguna vez
comprendí que el destino no cobraba.
A veces me despierto y vuelo otra vez
entre las nubes grises, mediocres como yo,
escupiendo a destajo sus reproches.
Con la piedra cuesta arriba en la montaña,
con las cuentas pendientes a mi espalda
y el frío y el temblo en mi pecho,
la palidez en las mejillas, el temor en los labios,
en las manos, la debilidad en las piernas,
el desgano en los pasos,
la esperanza en el tal vez,
el hacer en el después,
el cariño en el neceser.
Y enjuago una a una las penas en el balde de la rendición,
y la franqueza me guiña el ojo mientras apuñala
donde sabe que más duele, donde arde,
y me canta su bronca en cuatro idiomas
y se burla con sorna de mis temores.
Y multiplico por dos o por tres el humo de mi boca,
y el anhelo puede ser un quizás, un tal vez, un "vuelve pronto",
y apuro el vaso con insensatez,
y enciende mis sentidos, apaga mi incendio,
y me pierdo en la nostalgia del aroma de tu abrazo
Y me muero de pena en el asfalto,
y tirito de frío en los portales,
y la escarcha del colchón me carcome los huesos,
y el amanecer es otra noche helada,
y el café me sale borra de pasado,
y amargagura de presente
y nostalgia de futuro.
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