Soy la palabra que no espera
el ruido que hace hablar a tu silencio
el nudo de la cinta de tu pelo
la mirada que quiere subir a tu marea

El canto de esperanza en el asfalto
los dedos torpes que sueñan con tu espalda
las amarras de un barco encallado
el asesino sin culpa ni redada

Desde mi ventana

Desde mi ventana

martes, 10 de marzo de 2009

Pájaros de Berlín

Ayer era tarde cuando comprendieron
que la aventura era certeza
y la pareja era esperanza.

Seguía cayendo la noche y sus torpezas
cuando ella supo (y él comprobó) que la carne era débil.
Nadie le avisó que el pecado no es malo pero corrompe,
corta el cristal en dos sin romperlo, pero lo quiebra.

El alba escarchó sus más hermosas manos,
su colchón, su sábana, su anhelo, su alegría,
aquella certeza chocó en la primer curva
y en la sala de emergencias informaron la tragedia.

Hoy sonó la hora de emparchar heridas,
de mostrar el vendaje de siempre,
de asentir ante el reproche, cierto pero tardío,
de contener los impulsos malheridos.

Él intenta prometer lo indecible,
ella pierde el aliento con su fe,
me contaron que algunos pájaros siempre vuelven,
y agregaron que su vuelo no es el mismo, y menos cierto.

Él nunca supo dónde esconder las flores,
ella nunca supo dar vuelta la página,
ella no siempre pudo aprender de los errores,
él nunca borró la careta de su cara.

El viento corta sus mejillas y sus caras,
llena de humedad los huesos, la esperanza,
mientras yo ruego que cada pájaro vuelva al nido
con la certeza de saber qué se ha hecho,
qué se fue, qué volvió y quiénes han sido.

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