Soy la palabra que no espera
el ruido que hace hablar a tu silencio
el nudo de la cinta de tu pelo
la mirada que quiere subir a tu marea

El canto de esperanza en el asfalto
los dedos torpes que sueñan con tu espalda
las amarras de un barco encallado
el asesino sin culpa ni redada

Desde mi ventana

Desde mi ventana

domingo, 26 de diciembre de 2010

Porque






"(...)casi todos los niños son poetas, es decir, tienen con frecuencia un sentido bastante profundo del misterio; están en un mundo un poco como extranjeros que llegan a un país en el que nunca habían puesto los pies, y miran a su alrededor con mucho asombro. El objetivo de la educación es hacer desaparecer poco a poco este asombro explicándole al niño el sentido de lo que lo asombra. Y poco a poco crece y se siente totalmente a gusto en un mundo en el que ya nada puede asombrarlo. Y así es como mueren los poetas. El poeta es esencialmente un hombre que ha conservado en el fondo de sí mismo el sentido del misterio y la capacidad de asombro. Para un gran poeta, el mundo es nuevo cada mañana. Todos fuimos grandes poetas cuando teníamos una edad de la que con trabajos nos acordamos, y cada vez que un aspecto del cielo, o del agua, o de la tierra nos sorprende y nos arroja en esa especie de tristeza agradable que es una forma del asombro, es el poeta asesinado el que se mueve apenas en su tumba(...)"





Extraído de "Mi primer libro en inglés"

Julien Green


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Porque siempre te miro

como si no te hubiera visto nunca

Porque siempre suspiro

con tu amor detrás de la nuca


Porque llegas como si no te hubieras ido

porque me dejas volando

y yo sigo andando, silbando bajito

buscando aquel tesoro en el que anido


Porque siempre te busco

sabiendo que te encuentro

y siempre señalo los frutos del intento


Porque seremos más que uno

o al menos dos niños

buscando nuevos futuros







"Porque"


(Extraído de mi, antes que muera la imaginación y el mini-poeta que llevo dentro)







Feliz año para todos, el mío ya está bien garantizado

viernes, 3 de diciembre de 2010

Que nos queda



Eras tan hermosa como mi torpeza

Tenias la mirada más profunda que se podía contar

No te habían enseñado las proezas

de un abrazo con carta de identidad


Eras tan alta que mi amor no te llegaba a la cintura

y entre taquicardias de niñez logré la calma

en tus labios que por fin me acompañaban

y me llevaban de la mano a la locura


Belleza que no puedo comparar

siento tus brazos todavía al caminar

Me sigo acostando en tu abrigo de certeza

y dice mi latir que perdamos la cabeza


Llevo tus sueños en mis manos

perdona si te canso de tanto recitar

no sé decir de otra manera cuántos años

quisiera sentir tanto sin hablar


Alfombra de mi cuarto mas hermoso

dime cuántas noches voy a estar sin respirar

el aire más eterno y delicioso

de no sentir nunca al tiempo blasfemar


Princesa, mirame el alma

que nos queda toda la suerte por delante

que voy a decirte cada mañana

que el destino es un delirante

martes, 9 de noviembre de 2010

Como quien dice...




Andábamos, como dijo uno, “sin mapas ni candados”, pero también sin llaves ni brújulas. Convencido de que los cuentos de hadas se habían inventado para estas últimas, y como no existían, ergo, no había nada que buscar detrás del néctar de palabras, de ilusiones, de recovecos de utopía donde algunos antaño decían que giraban su coche para aparcarlo, estacionarlo aunque más no fuera algún tiempo.

Andábamos en una suerte de coche sin respaldo, haciendo inversiones, emitiendo moneda en la ciudad del amor, y éste se había llevado todas las reservas: el porcentaje de inflación de tristeza y hasta temor, ese fantasma que acecha en las esquinas con cara de pasado, era, digamos, alto.

Andábamos en el segundo o tercer sueño, ese que levanta nada más que espuma, y deja las olas al otro lado. Como aquel título, la vida era sueño. Sueño literal, sueño de esos de los que más vale despertarse o las hojas de la vida te llevan en escoba. Esos que no se sueñan, porque no se recuerdan.

Andábamos con el pasado vestido de vagabundo en plena ceremonia. Andábamos perdidos en la nebulosa de la fe, esa esperanza por lo menos rara que se tiene porque se tiene.

Algo de eso debía haber porque sino tu voz no se hubiera colado entre mis huesos con esa brisa tan leve y femenina que llegaba de tu boca. Ni mis ojos se hubieran tildado sobre los tuyos en tu monitor de alto brillo, ni mi memoria se hubiera vuelto atrás junto con mi cabeza para mirarte una vez más mientras bajabas las escaleras del subte, y yo buscando una vez más el acceso directo de tu risa, la tuya, sí, y la mía, la que me habías devuelto. Ni mis labios me hubieran dicho por favor, pedile otro, tras cada beso que me dabas, con tus ojos de café clavados en los míos. Ni mis manos se hubieran puesto el piloto automático para rodear tu cintura en cada esquina, aunque el semáforo pidiera lo contrario.

¿Recuerdas?

Pocas cosas tan gratas como mirar atrás en la memoria, en el acceso directo, en mis huesos, mi boca, mis manos y mis ojos. Hablarles en secreto y hacerles preguntas como un niño curioso y que sigan respondiendo lo mismo, y más. Dicen que no tienen que hacer memoria, ni repaso, porque lo que yo busco en la memoria, dicen, ellos lo buscan en el minuto anterior en el que te vieron. Y se sorprenden escuchando mi pregunta, como si hubiera que ir a buscar algo que se fue y no aquello que sigue estando.

Ahora bromeo y me río de ellos, porque pareciera que el paso del tiempo les es inmune, y yo ya conté un año y medio. Y ellos me miran como diciendo, dejalo, no tiene cura.

Algo de razón tendrán, porque al verte ir al trabajo subiéndote en aquel coche, espiándote desde tu balcón, ya les estoy preguntando cuándo vuelves.

viernes, 5 de noviembre de 2010

A más de uno

Debe dar tristeza y frío
ser un hombre artificial,
cabeza sin albedrío,
corazón condicional.

(Silvio Rodriguez; Tonada del albedrío; Segunda cita)






A los desmemoriados de turno

malditos volantes que acarician

el prado del mal recuerdo taciturno

¿será la praxis, será la codicia?


A los venidos a menos, a los ¿qué les pasó?

donde las banderas valen si las cargan

Los conversos nunca supieron donde se pone el sol

Y para la misa del domingo les quedó corta la sotana


A los de ayer, que perdieron el cáliz en un cine

los falsos patriotas de la democracia

los dialoguistas del no sé dónde


A los que dudan, a los conservas,

a los que no saben cuándo dar la mano

si la calle se bifurca, ¿quién tendrán al lado?








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En este país de senderos que se bifurcan la frase del cubano suena más que pertinente.

A todos ellos, a más de uno.

jueves, 30 de septiembre de 2010

Recordarás






Recordarás la madrugada

en la que entré por tu ventana

a buscar los colores

de aquel mañana que soñamos


Agujas inclementes no podrán

comprender por qué sigues cansada

aunque no hayas dormido, no tocarán

nunca la paz que siembras en el alba


Seguiremos maullándole al asfalto cuando cante

y corran las alarmas con traje y corbata

por la vida, por el centro de estas calles

No habrá despertador, ¿quién nos quita la redada?


Volveremos a mentir que se hará tarde

esperará en la parada aquel ramo de rosas

que perfume tus pestañas, fuertes, luminosas

¿quién dirá que es lujo ser responsable?


Vuelve pronto que el otoño ya se fue

con las flores de tu pelo por estas calles

que la noche espera otra vez

que esta cena dice que somos los mejores

Misterios





Despertarla hubiera sido cruel. No con ella, sino conmigo. Demasiado había allí, tan perfecto, acariciable y a la vez tan intangible como esa paz que transmitía entre recovecos. Tenía la maravilla de confundirme con una gracia inigualable entre sus sueños, y yo me perdía a punto tal de no distinguirlos de los míos.

El día que comprenda cómo puede ser que ilumine con los ojos aún estando despierta, habré resuelto un gran enigma. Si hasta cuando calla parece hablar, si estando quieta su pelo parece moverse y mullirse en la almohada, si su espalda parece un banco de arena, si su pecho tan suave, si su cuello tan de niña, si sus mejillas más aún.

Misterios tiene la vida y a veces mejor no develarlos. No, mejor conservar esa magia , tan pura, exquisita, inacabable, tan perdurable en el tiempo que no se sale del asombro.


Mejor acurrucarme, antes que despierte

viernes, 21 de mayo de 2010

Te debo y no*






Te debo esta mirada al borde del abismo,

este abrazo sin atisbo, este crimen sin coartada,

tus manos en mi pecho, las caricias de abrigo,

la burbuja crujiente en la sangre derramada


Te debo la verdad que gritas con los ojos,

tu boca callando detrás de una sonrisa,

las manos firmes talladas con fuego y sin ceniza,

tu mirada de niña alumbrando mis antojos


Te debo la tierra que piso cada día

en cada rincón de la casa que te anhela,

en las lunas que se agitan en tu pecho,

el contar los soles que te habitan, el amarte todavía


Te debo más de lo que alguna vez pagué,

la certeza de tenerte, la esperanza en el haber,

las lágrimas que puse en tus rodillas, las cenizas

de las soledades, los besos con olor a risa


Te debo el futuro que tendremos,

la casa esperando la llave,

la siesta del domingo,

las calles y los bares en que amamos


Te debo la mirada anonadada,

las caricias en mi espalda.

Te debo lo mismo que te amo:

por eso no te debo nada




sábado, 17 de abril de 2010

Rompiendo los cristales / El hueco en el que anido






A veces la navaja sangra más de lo que corta

mira los pulmones y se ahoga en los albores

de una hipocresía indecible, una verguenza sin colores,

una palabra que no cambia nada, ¿qué importa?


No hay peor fracaso que no saber fracasar,

ni peor mentira que una profecía impracticada,

de tanto alejarme de la costa me ahogué en su marejada,

y como un idiota, pagaría la amortización de mi pecado.


¿Por qué este mesianismo? ¿por qué ese barniz de diferencia?

Nunca supe tenerme clemencia, ni saltar de los abismos

Pero peor aún es arrastrar a la princesa a los caminos de indecencia


Sólo me queda pensar que quedan otras variables y caminos

entre las respuestas mudas de mi almohada y el perfume de tu pelo.

Pero si rompo los cristales habrá mas guerra fortuita que incienzo.



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Se quema la tarde mientras yo te miro sin que te des cuenta.

Y exhala tu pena un perfume muy dulce y se congela el sueño.

Se apagan los cuerpos, miras la ventana con aire ausente

como quien mira alumbrada por la luz del ocaso a un niño que duerme.


Tus ojos se tiñen con el viejo color de la infancia,

nostalgia del tiempo en que todo tenía respuesta,

en que era más largo el verano, y más pequeño tu mundo

y unos pasos seguían siempre de cerca a los tuyos.


Y yo te diría, no sé,

que las cosas van a marchar bien,

te mostraría el futuro, la borra del café,

con ángeles y estrellas,

noches, milongas

e historias, ¿recuerdas?, que hablan

de viejos amantes que crecen,

que dudan, que esperan

su turno mientras anochece

y el mundo se enferma.


A veces vigilo con calma tu rostro mientras miras fuera.

Escribes, navegas, revisas las fotos del último viaje.

Y cubre de nieblas tu piel, sin aviso, la memoria herida.

Fumas un cigarro, suspiras y esparces todas las cenizas.


Te callas y el miedo, feroz, cose tus pestañas.

Delicadas alas de una dulce mariposa,

veloz, fuerte y luminosa. Sin tregua persigo su vuelo

y cubre nuestra casa el polvo del recuerdo,


Y, como la tierra generosa abraza la raíz

de un frutal encendido, yo te abrazo a ti.

Y abrazo tu ropa, no sé, tus maletas

tu rostro, tus dudas, tus pies, su huella,

tus manos y hasta tus zapatos,

tu pena, mi castigo,

la curva de tu espalda,

el hueco en el que anido.




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Ismael Serrano


Album: Acuérdate de vivir




http://www.youtube.com/watch?v=S9rIpRXNQg4

miércoles, 24 de marzo de 2010

A treinta y tantos





Estamos en la tierra de todos, pero es mía
los inocentes son los culpables dice Su Señoría, el rey de espadas



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Acá donde el barro se llevó tanto

sin preguntar de qué color tenían la camiseta

a los que entierran y a los que no se sabe

nadie les preguntó qué habían hecho


Hombres a caballo y en verdes Falcon

que en nombre de la patria y el metal

ahora tiritan y huyen de pedradas y de manos

las mismas que arrojaron hacia el mar


Y a nadie le importa, la calle mezcla pobres y asesinos

en esta tierra donde el olvido es buena nota

¿por qué callas cuando el estruendo te acompaña

y ya no hay más palabras para legitimar?


Las Madres de ovarios y pañuelos ya enseñaron el camino:

busca la paz, nunca el olvido, que el único pecado es perdonar

Y aún hay quien sigue llamando al Brujo y al diablo

quizás por temor, o lo que es peor, porque no sabe


Cómo se nota que no te has revolcado en el lodo

de no saber cuando vuelve el aroma al hogar

Cómo se nota que te han cerrado los labios

que nunca te han robado la identidad


Pero hoy hay que salir a batallar, puñal y pañuelo en mano

porque se equivocaron: la historia no ha terminado

No te quedes con la carie del olvido en las muelas

no le cocines el caldo a los traidores







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Retornarán los libros, las canciones

que quemaron las manos asesinas

renacerá mi pueblo de su ruina

y pagarán su culpa los traidores









http://www.youtube.com/watch?v=Y1GX9LZCV3A

martes, 23 de marzo de 2010

Subjetividad comunicativa y conflicto político

Cuatro cosas le pertenecen a los jueces: escuchar cortésmente, contestar sabiamente, considerar todo sobriamente, y decidir imparcialmente
(Sócrates)







En tiempos donde la subjetividad empieza a mostrarse sin velos, algunas ironías resultan atractivas.
Dentro de las pequeñas grandes tragedias cotidianas se observan algunas peores: la forma en que éstas se comunican, escondiendo algunas cosas y resaltando otras.

Resulta así entonces que, haciendo caso omiso de la apología del oficialismo que gobernó en el monopolio mediático, repentinamente se ven a diario múltiples ataques indiscriminados en nombre de una libertad de prensa inaudita, si bien avalada por reglas que la propia superestructura democrática burguesa establece.
No es ninguna novedad que los medios de comunicación adquieren una gran relevancia en el imaginario colectivo, y , especialmente, en la explicación u opinión que este forma sobre la propia realidad social sobre la cual opera a diario.

Pero llegamos a límites que, si no se miran con ironía, revisten indudablemente un peligro a tener en cuenta. La guerra se ha declarado hace rato, pero, a diferencia de otros tiempos, el contenido está completamente ausente.

No hay grandes planes neoliberales para justificar mediante fuertes campañas privatizadoras, sin embargo es evidente que las prebendas político-económicas funcionan a rajatabla entre la alta burguesía local insertada desde hace décadas en las altas esferas del estado y, claro está, el dispositivo de prensa que se ha “rebelado” contra un estado que se califica de populista, autoritario, sesgador, entre otras cosas.
Independientemente de la veracidad de estas acusaciones, cabe preguntarse: ¿es admisible, es legítima tal afirmación cuando es enunciada desde el centro del monopolio de la comunicación, abarcando decenas de radios y canales de televisión?

Ciertamente no. Pero vale detenerse a observar el efecto. Son inundaciones permanentes de información jamás explicada ni fundamentada. El reino del condicional está en pleno apogeo. Todo podría ser causado por el gobierno: el hambre, la inundación, por qué no las lluvias, la inseguridad, la muerte de un actor, los problemas educativos, etc.

¿Nos creen tan insensatos como para no ser capaces de reconocer que existen infinidad de problemas cuya causa radica en tiempos que preceden notoriamente a este gobierno?
Es decir, no se trata de ser oficialista o ser opositor. Aquí se trata de poder ver cuál es el mensaje que se nos está transmitiendo e intentar ser críticos con éste. Debemos defender el pensamiento propio y, como empezaba diciendo en estas líneas, si algo bueno ha tenido esta polémica y fuerte conflicto político-económico es que ya no puede haber jactancia de objetividad por parte de los medios de comunicación. Y que esta idea esté gradualmente penetrando el tejido social, es algo sin dudas para celebrar. Porque nada puede ser palabra santa fuera de una iglesia. Aprendamos a mirar y a ver la subjetividad, la parcialidad de las cosas. Esto no implica una falta a la verdad, pero tampoco el acceso a la totalidad de ella.

Creo que nos hace falta salir de los modelos dicotómicos, y sobre todo, de aquellos que lo son falsamente. Es inadmisible que todo se plantee en términos casi tribuneros, futbolísticos (“estás de este lado o estás del otro”; “sos oficialista o sos opositor”).

Lamentablemente parece uno tener que resignarse, pero esto es un claro resultado de la dinámica y de la evolución que en el plano político este país ha tenido: se han vaciado los contenidos, se han caído las plataformas, se ha quebrado la identidad representante-representados, se ha manipulado la ideología en función del interés y el rédito político y cualquier nominación partidaria es vaga y potencialmente disruptiva. Hay unión por oposición, y hay poder por vacío de poder.

Llegamos entonces a un absurdo bipartidismo que se convierte en un monopartido que debe gobernar a pesar de los otros tantos que, siendo supuestamente muchos más, son incapaces de articular un proyecto medianamente coherente y políticamente sustentado en estructuras.

Esto es sin duda lo más triste: la falta de alternativas, no ya por imposición autoritaria, sino por propio vacío de instrumentos de la propia clase de dirigente, que atraviesa una clara crisis de hegemonía, que, sin embargo (tristemente) todavía puede torcer el brazo de un rival (¿o de varios?) absolutamente endeble, unido por espanto, tan contradictorio y oportunista como lo que critica.

No es la primera vez que esto sucede (la Unión Democrática contra Perón es muestra de ello, así como la histórica pelea entre comunistas y socialistas ya en tiempos de Yrigoyen, lo que ha signado una fuerte conflictividad al interior de los partidos tradicionalmente “de izquierda”), pero nunca se ha dado con tanta frivolidad.

Se ha naturalizado, se da por sentado que poco se puede hacer con esto.

Sí cabe decir que nunca se está condenado a nada. Tenemos capacidad de elección. ¿Cuál? No está en mí decirlo, porque sencillamente no lo sé.

Pero si no cuestionamos lo que vemos a diario, si no miramos las regularidades que se repiten y nos pasan de largo, si no dejamos que unos jueces pobres arbitren nuestra vida y nuestra mente a su antojo, seguro estaremos más perdidos.











La foto es la tapa del album "Amused to death", de Roger Waters. Siempre me pareció genial la imagen de un mono mirando la tele.

viernes, 19 de marzo de 2010

El oficio de mirar atrás





Hago balance y repaso viejas fotos
ya no soy aquel muchacho
con relámpagos en los ojos

Conservo miedos con los que aún debo cantar
aún siento el vértigo helado
al echar la vista atrás





¿Quién no me ha visto tallar promesas en las paredes con un viejo fierro que pedía disculpas a cada paso que daba, como un niño asustado entre la multitud, buscando respuestas en los ojos vacíos, en la mirada esquiva, en los bares donde las botellas se marchaban antes que yo llegara, porque el aburrimiento de mi boca les consumía el escaso etanol que ya tenían?

Busqué todos los retazos de aquellos malos tiempos. Los bares han cambiado de nombre, las paredes las han pintado de otro color. Poco queda ya del barrio de casitas bajas, del pastizal al costado de la vía, de aquellos amigos que pedían un pañuelo al vecino cada vez que abría la boca.

Tantas piedras, tantas conjeturas. Y sin embargo a veces echo de menos el espíritu nostálgico de algunas tardes. ¿Quién entiende?

Echo de menos al obrero que tallaba, aquel que empujaba piedras, al goleador que besaba la pelota y se deleitaba horas pensando en qué lugar tenía que darle para que el efecto superara la barrera y aunque sea cayera dentro del arco. Al artesano que miraba la arcilla retorcerse para buscar el punto justo de una cintura de mujer que jamás aparecía.

Sé que me has visto. Sé que me ves ahora, tallando en tu cuerpo las promesas más sinceras que mis manos hayan pronunciado. Eso no se echa de menos.

Como tampoco se echa de menos al burgués que mira desde la piscina y se gradúa y se preocupa por su futuro detrás de una suave cortina de Simon&Garfunkel. Ese no.

Pero sí extraño al payaso, al que sabía volar, inventar mundos mejores, perder el miedo y mirar hacia adelante, hacer del vértigo un huracán que estalle tus besos contra mi pared y se quede estrujado, inmóvil en la suave mezcla de arena y barro, en esa indescifrable batalla donde sin saber cómo, dos siempre ganan.
Quizás sea eso. Quizás no sepa qué es lo que echo de menos, o de más.

El pasado es un oficio difícil de aprender, desde el mismo momento en que se vuelve inaprehensible.







sábado, 13 de marzo de 2010

La última carta





Una vez más, Jorge miraba al frente y contemplaba tras el cristal de sus lentes, aquel de la ventana que lo separaba de la noche. Miraba una y otra vez la hoja, en un acto que ya casi parecía un rito. Llevaba meses buscando las palabras. Tenían que tener esa exactitud borgiana que para el resto de los mortales a veces constituía una perfecta excusa para no hacer nada. Respetable: la perfección era un anhelo loable si de buena expresión se trataba, pero el borroneo posterior y la pasividad siguiente y prolongada se acercaba bastante al sacerdocio. Tenía que encontrar las palabras. Todo era palabras. Llevaba meses buscándolas y sin embargo, no aparecían. La luna lo miraba con compasión detrás de una burla que jamás se mostraba. Él buscaba respuestas. A veces todo no sólo tenía que ser exacto, sino que también tenía que tener respuesta.

Esa carta era su alienación hecha papel. De momento, papel en blanco (ergo: seguía en el mismo sitio, siendo ni más ni menos que sí mismo). Uno tras otro apagaba cigarros, bebía café, sumaba lesiones en el duodeno que recién podía ver tras animarse a una endoscopía.

Tenía que conseguir ese alter ego desprenderse como una nueva ventana en el explorador de su computadora. Tenía que haber algo que se escindiera de la racionalidad en su persona, tenía que haber una creación para la cual solamente hubiera explicaciones sentimentales, y por ende, falta de raciocinio.
El amor es ciego, dijo Shakespeare. También podría ser irracional, o no, llegó a escribir. Pero se perdía en su laberinto y no encontraba más salida, con lo cual sólo había logrado poner un poquito más de basura en su discreta papelera de escritorio.

Epifanía: apareció la primera palabra. Laura. Sí, Laura. Y no se detuvo por un rato.


¿Dónde estarás ahora? ¿tenés todavía ese pelo suave, oscuro y largo tendiéndose en tus hombros? Me aterraba tu belleza, Laura. Era una excitación insoportable, una suerte de pedido inexorable de realizar a cada paso una maravilla que cuadrara con la sombra de tu espalda. Y la extraño. No me preguntes cómo, pero la extraño. A veces, en esas noches de soledad (ya no me averguenza decir que son todas), necesito tu tacto. Me revuelvo entero imaginando otra vez la sombra, como ahora la luna sobre mí, sobre tus hombros suaves, y ese pelo casi publicitario, y tus pechos firmes y suaves… pero no puedo más que eso. ¿Por qué es así la mente, Laura? ¿Por qué? ¿Por qué seguimos jugando a pensar que todo tiempo pasado fue mejor? ¿o eso sólo lo piensan quienes no pueden disfrutar el presente?


No hace falta decirlo: Jorge era de esas personas que parecían simplemente durar en vez de vivir. Una suerte de auto consuelo lo invadía cada vez que recordaba su pasado. Allí encontraba altibajos, en los cuales aparecían nuevos sustantivos. Sí, sustantivos propios. Que de repente se trastocaban, por eso, a las 3.15AM de esa insoportable noche de febrero, la pluma se retorció tanto que empezó a escribir otro nombre (pensó en Borges otra vez: el hombre se anima porque el metal se anima, yo me animo porque la pluma se anima, ¿seré hombre yo también?).


Paula. Sí, Paula.


Sería tan bello verte desayunar. Que frágil y dulce eras en ese simple acto de comer. No te importaba mancharte la boca con café en aquel hotel de Mar del Plata con las sábanas apenas cubriendo tu espalda inmaculada. Ni siquiera mis manos podían empañarla,¿te acordás? Dormías como bebé cada vez que me recostaba sobre ella y besaba tus mejillas, que siempre me acordaba de destacar. Y despertábamos religiosamente en la misma posición, como si el mundo se detuviera entre nosotros.

Qué cursi suena esto, pensó. Y sí, a veces hasta la vida es cursi.


Y como no pensaba volver a escribir otra carta, no se preocupó por la superposición de nombres en su contenido.

Y así siguió.








El despertador mostraba las 8. Hacía meses no dormía así. Se había quedado igual que en los tiempos de Paula: dormido encima de una almohada doble que reemplazaba el cuerpo de aquella mujer, que solo recordaba por recuerdos de recuerdos, y siempre en esa posición.
El raciocinio volvía a invadir el palacete. Tanta cafeína en sangre que ya había olvidado lo que era cerrar los ojos antes que la maldita luz del alba le recordaba que seguía viviendo en otro tiempo. La costumbre. No la perdemos nunca, pensó. Y si la perdemos, así quedamos.
Intentó retomar el último párrafo de la carta pero ya no pudo. Ni siquiera buscó la perfección, ni las palabras justas, ni las cursis ni aquellas que no lo eran. Continuó en la otra hoja, como si su recuerdo fuera a llenar alguna vez las letras que faltaban. Al fin y al cabo, todo era recuerdo, ¿qué importaba que el papel le recordaba que seguía allí, vivo en Mar del Plata, en una casa que tenía más de sótano que de aquello que los sociólogos solían llamar impunemente hogar?

Todo importaba. Todo tenía que importar, aunque así no fuera.

Sofía. Sí, Sofía.


Si te dijera que has sido la mujer entre las mujeres, ¿me creerías? Sofía. Ni Platón te hubiera imaginado tan amorosa. Ojos de brújula, equilibrio, equilatero perfecto. De cada costado faltaba ni sobrara nada. Porque yo no quería. Eras simplemente mi perfección. La misma que ahora busco Sofía. No importa si te mudas, no importa si nunca más me llamas, no importa si no ves que te extraño porque seguramente ya no estoy, nada de eso importa.

Tenía que decirlo, Sofía. Sino, nunca iba a romper esta rutina. Y tengo que hacerlo.

Volvió a pasar la hoja, llenando con su mente lo que no escribía y cambiaba de hoja.
Pero hasta vez hasta cambió de pluma.

Es cierto, sí. Cambié mi rutina. Pero no lo hice. Sólo cambié lo poco que recuerdo de ella. Porque ella eras vos, Laura. Eras vos, Paula. Y sobre todo vos, Sofía.

Yo soy todas ustedes, y seguramente algo de ustedes también soy yo. Pequeña diferencia, ¿no?

¿Qué decirles?


Cerró el cuaderno con la pesadumbre de un recién jubilado en una tarde de domingo.
No se le habían acabado las respuestas, se le habían acabado las preguntas.

Sólo allí descubrió que el pasado se había ido, igual que el último tren del día a Buenos Aires. Si todo era presente, entonces todo era nada. Nada valioso, al menos. Nada que ameritara seguir elucubrando palabras, perfecciones, razones o respuestas.

Miro al ventanal una vez más, con los ojos vidriosos del vaso de vodka, con la tristeza de Paula cada vez que la mostraba, y los ojos se le ponían como si hubiera bebido, y su único alcoholismo eran los desayunos sin despertador. Y sonrió con la picardía de Laura cada vez que terminaban de hacer el amor profusamente, y se amargó con la misma mirada que le regaló Sofía el día que se fue a París.
Volvió al papel, no pudo evitar abrirlo. Leyó cada palabra cientos de veces. Compulsivamente comenzó a cambiar las frases, a intercambiarlas, a superponer adjetivos, nombres, intercambiarlos, borrarlos y escribirlos nuevamente.

No quedaba perfección, ni exactitud. No quedaban respuestas, menos aún, raciocinio.
Sólo recuerdos. Lo mismo que creaba, destruía, y volvía a crear. Al fin y al cabo, no había carta, sólo recuerdo, solo pasado.

Nada quedaba de aquella carta.

Y sin embargo, era la última.



miércoles, 10 de marzo de 2010

Podría ser





Contando monedas para comprar cigarros,

regreso a mi casa, sumando derrotas.

Vuelvo sin excusas, sin paz ni trabajo,

y a nuestro futuro le arrancan las horas.

Y en casa me espera

mi razón de vida,

el calor de hogar.

Llevo la vergüenza,

las manos vacías,

la precariedad.

Ella sonreirá, "saldremos adelante".

A pesar del tiempo sigue siendo bella.

La miro y recuerdo. No siempre los planes

salen como sueñas, eternas promesas.

Estoy cansado

de tropezar siempre,

del “ya le llamaremos”.

Quizá mañana

cambien nuestra suerte

y acabe este invierno.

Podría ser jardinero en Marte,

médico de flores, poeta ambulante

deshollinador volando en tejados,

probador de espejos, o pirata honrado.

Quisiera ser hombre al fin al cabo.

Podría ser quizá delineante

de columpios rojos, un gran nigromante,

un cantor de nanas, quizás buhonero,

y vender palomas, pócimas y ungüentos.

Pensándolo bien, me conformo con menos.

Enchufo la radio, no habla de nosotros.

La luz de la aurora se vierte en la acera.

Ella me da un beso, yo me hundo en sus ojos.

"Suerte" me susurra y cruzo la puerta.

Fuera quizá encuentre

por fin la respuesta

o mi exculpación.

Llueve mientras sueño,

quizá cuando vuelva

haya salido el sol

Podría ser cartero de Neruda,

pescador de estrellas, navegando en la luna,

piloto de cometas, explorador de abismos,

quizá recolector de gotas de rocío.

Quisiera ser un hombre, es poco lo que pido.

Podría ser quizá delineante

de columpios rojos, un gran nigromante,

un cantor de nanas, quizás buhonero,

y vender palomas, pócimas y ungüentos.

Pensándolo bien, me conformo con menos.

Podría ser jardinero en Marte,

médico de flores, poeta ambulante

deshollinador volando en tejados,

probador de espejos, o pirata honrado.

Quisiera ser hombre al fin al cabo.




Ismael Serrano

Album: Acuerdate de vivir
(Sale el 8 de abril en Argentina)



lunes, 1 de marzo de 2010

No le creas




No le creas a la noche

cuando te diga que falté a clase,

no mires hacia atrás

si no sabés dónde miraste


No corras más que lo necesario,

no enciendas la luz al llegar

porque me gusta adivinar,

no taches el calendario


No le creas al alba

si te dijo que partí,

que no conoce las migajas

de tu pan y tu maíz


No me cantes sin sueño

que nunca supe despertar,

cuando te encontré en mi puerto

subió la marea del mar


No le creas a la luna

porque no llegas con escaleras,

y aunque no lo creas, estrellas

como vos no hay ninguna




sábado, 6 de febrero de 2010

Bitácoras incompletas






No me preguntes cuánto falta:

nunca me importó llegar.

Nunca hice las maletas

todavía no aprendí a caminar.


Queda tanto por viajar, sube,

que quizás no haya otro tren

para guardar las sorpresas que te tengo

como un querube esperando volar


Tenías más sonrisas que las que podía contar,

te faltaban varios sueños para poder ir a jugar.

Nunca te dije que espiaba detrás de la alcoba

ni que tenías más tiempo que ropa.


Te guardo más caricias que las lunas que te habitan,

¿dónde se irán las manos cuando baje la marea?

Cuida estas bitácoras incompletas

que no le hacen falta escaleras a este capitán

viernes, 5 de febrero de 2010

(In) definitivo





Patear el tablero,

desmarcar las cartas,

sacudir el avispero



Cantar verdades,

empatar silencios,

quitarle las manos al arquero



Buscar esperanza en el azar,

tachar la generala,

sonreír al par



Echar de la casa a la deidad,

patear al ataúd,

estar desnudo en la luz

y no en la oscuridad










Con ese extraño orgullo de uno mismo

viernes, 29 de enero de 2010

Acá cerca no hace tiempo






En un banco del parque hallé

la llave que cierra el Edén

donde el tiempo riega tu rosal



Parecen tan lejanos los tiempos donde la calma esperaba detrás del amanecer de las puertas, como un cisne asustado mirando a la gente a través del agua clara. Tu mano giraba al compás de tu muñeca con alguna melodía que aún no me parecía descifrable, y no porque te molestaras en ocultarlo, sino porque simplemente la desconocía.

Ni mis ojos ni los tuyos sabían que podíamos perdernos en el abismo que supone llegar al fondo de ellos, y bendito el cemento que embadurna nuestras calles.

Bendito el suelo donde piso y tu mano toma la mía, y tu cintura es mi muelle, tu pelo un ramo de rosas, tu mejilla un puerto almidonado.

Parece tan cercano que te ame y que me ames, que el misterio huya despavorido y nosotros estallemos de risa incontenible a la luz de una tarde de enero.

Que la siesta encuentre partenaire y las sábanas murmuren alguna delicia indecible.
Que la cena cante bingo cada vez que te ve llegar al plato.

Bendito que todo parezca tan de ayer, tan de hoy, tan de mañana.


Porque aquí no ha pasado ni pasa más que nosotros





http://www.youtube.com/watch?v=iqfOjeNys1s

domingo, 3 de enero de 2010

Detrás de un vidrio oscuro



Ya era demasiado tarde como para ocultarlo. Detrás del último vaso de ron, Carlos, con los ojos vidriosos, derramó la última lágrima sobre aquel bar a oscuras de la calle Piedras. Las mismas piedras que cargaba hacía muchos años. Esquivas, rugosas, impúdicas, esperando el primer tropiezo para dar una punzada certera al medio del pecho y mostrar la verdad implacable, serena y simple como cualquier otra.

Las piedras se transformaban en puñales, un gran efecto boomerang moral que devolvía en contra todo aquello que no se había dado. Así había vaciado varias botellas (un hábito ya -¿o una adicción?) dejando caer lágrimas que pesaban más y más a medida que caían en la grieta de los años.

Pasó su vida como una película. Carlos pensaba que eso solamente sucedía precisamente en esos largometrajes que se miraban desde butacas duras de cine barato del centro de la Capital, allá por los ’70, entre viejas canciones de Silvio guardadas en un cassette escondido en una caja de zapatos, adentro de una bolsa de nylon disimulando con sorprendente maestría el contenido subversivo del elemento; con banderas rojas volando en el aire y con el sueño en la boca queriendo gritar libertad, aunque esta no fuera más que una utopía, sí, aquella luz que siempre alumbra y jamás se alcanza; los boletos de tren del viejo, el overall sucio y la cultura de overall; un grito peronista sin ser partidario, una vieja biblioteca con apasionantes y absurdas discusiones sobre la nada, el ser y Dios y la crítica de Kant y la crítica de Marx a las viejas tesis de Feuerbach, la comunidad ilusoria. Y ahora los tamangos del viejo, y el laburo, y la vida yéndose en un discurso.

De repente se apagó todo su cine. Su vida se había estancado allí. Mirando tanto atrás se había olvidado de proyectar cualquier otro futuro posible.

Ahora su vida se agrietaba tras su espantosa confesión, casi borgiana: maté a todos mis hijos, mate a todos mis hijos, gritaba aterrorizado y borracho corriendo por el bar de forma ridícula y temerosa.

A nadie le sorprendió encontrar un pequeño aviso en el diario al día siguiente:

Díaz, Carlos. Tus hermanos te recuerdan

Ni siquiera a los viejos amigos de aquel oscuro bar de la calle Piedras, porque hacía rato que todos habían huído de la Capital.