Soy la palabra que no espera
el ruido que hace hablar a tu silencio
el nudo de la cinta de tu pelo
la mirada que quiere subir a tu marea

El canto de esperanza en el asfalto
los dedos torpes que sueñan con tu espalda
las amarras de un barco encallado
el asesino sin culpa ni redada

Desde mi ventana

Desde mi ventana

lunes, 30 de marzo de 2009

Pasos

Como la cálida mañana de domingo, un amanecer y una brisa que agita las hojas levemente anunciando quizás algo de calma. Algo de esa calma imprescindible para que el cuerpo se anime a caminar, con pasos seguros, quizás a ninguna parte, pero con alguna certeza al menos en el interior.

Pasos que siempre se arriesgan a doblarse el tobillo, a equivocarse, pero que ya no miran hacia atrás. El atrás no existe. El atrás es un alimento que, una vez digerido, se incorpora al propio paso y que sin éste, nunca podríamos caminar. Se puede mirar a los costados, antes de cruzar una vía, una calle, o simplemente la vida, o algún camino largo y sinuoso que uno no sabe muy bien a dónde conduce, pero al menos sabe que lo está siguiendo. Pero no. No existe el atrás. No debe existir. No hay que perderse. No se puede mirar hacia atrás porque no se puede caminar para adelante. Sí se puede, pero se corre el riesgo de chocarse con lo que se tiene en frente, o quizás de no verlo. Y no se puede. En esta tierra de accidentes, hay que vivir precavido. En todo caso, cauto. Sin miedo, pero cauto. Tampoco se puede andar con miedo porque el aire te vigila como los perros y te huele. Huele unas manos que tiemblan con el tacto ajeno, huele una mirada esquiva que no mira ni al frente ni a ninguna parte, sencillamente porque perdió amnésicamente esa capacidad. Huele la humedad vieja y vacía debajo de la ropa, huele las lágrimas derramadas a quien ya no las merece. Huele todo vestigio y ataca las heridas sin cicatrizar, abriéndolas y complicando su recuperación.

Por eso el domingo arde como el fuego a las diez de la mañana, los pájaros murmuran esperanzas, los trenes viajan a mundos posibles y los árboles simplemente toman agua. Las vecinas dan de comer a sus hijos antes de dormir la siesta y los jubilados se sientan a la sombra con la puerta abierta.

Por eso el lunes no marca las cartas, quizás tampoco espera, ni busca ni encuentra. No tiene motivos.

Simplemente camina sobre la gran selva que se avecina y no exige nada.

Camina. Cauto. Lento. Hacia adelante.

1 comentario:

Antu Gaia dijo...

Adelante, atrás, arriba, abajo. Quien sabe donde esta bien mirar?
Quiero saber que pasa con el resto de los dias de la semana...
Un beso.