Cuatro cosas le pertenecen a los jueces: escuchar cortésmente, contestar sabiamente, considerar todo sobriamente, y decidir imparcialmente.
(Sócrates)
En tiempos donde la subjetividad empieza a mostrarse sin velos, algunas ironías resultan atractivas.
Dentro de las pequeñas grandes tragedias cotidianas se observan algunas peores: la forma en que éstas se comunican, escondiendo algunas cosas y resaltando otras.
Resulta así entonces que, haciendo caso omiso de la apología del oficialismo que gobernó en el monopolio mediático, repentinamente se ven a diario múltiples ataques indiscriminados en nombre de una libertad de prensa inaudita, si bien avalada por reglas que la propia superestructura democrática burguesa establece.
No es ninguna novedad que los medios de comunicación adquieren una gran relevancia en el imaginario colectivo, y , especialmente, en la explicación u opinión que este forma sobre la propia realidad social sobre la cual opera a diario.
Pero llegamos a límites que, si no se miran con ironía, revisten indudablemente un peligro a tener en cuenta. La guerra se ha declarado hace rato, pero, a diferencia de otros tiempos, el contenido está completamente ausente.
No hay grandes planes neoliberales para justificar mediante fuertes campañas privatizadoras, sin embargo es evidente que las prebendas político-económicas funcionan a rajatabla entre la alta burguesía local insertada desde hace décadas en las altas esferas del estado y, claro está, el dispositivo de prensa que se ha “rebelado” contra un estado que se califica de populista, autoritario, sesgador, entre otras cosas.
Independientemente de la veracidad de estas acusaciones, cabe preguntarse: ¿es admisible, es legítima tal afirmación cuando es enunciada desde el centro del monopolio de la comunicación, abarcando decenas de radios y canales de televisión?
Ciertamente no. Pero vale detenerse a observar el efecto. Son inundaciones permanentes de información jamás explicada ni fundamentada. El reino del condicional está en pleno apogeo. Todo podría ser causado por el gobierno: el hambre, la inundación, por qué no las lluvias, la inseguridad, la muerte de un actor, los problemas educativos, etc.
¿Nos creen tan insensatos como para no ser capaces de reconocer que existen infinidad de problemas cuya causa radica en tiempos que preceden notoriamente a este gobierno?
Es decir, no se trata de ser oficialista o ser opositor. Aquí se trata de poder ver cuál es el mensaje que se nos está transmitiendo e intentar ser críticos con éste. Debemos defender el pensamiento propio y, como empezaba diciendo en estas líneas, si algo bueno ha tenido esta polémica y fuerte conflicto político-económico es que ya no puede haber jactancia de objetividad por parte de los medios de comunicación. Y que esta idea esté gradualmente penetrando el tejido social, es algo sin dudas para celebrar. Porque nada puede ser palabra santa fuera de una iglesia. Aprendamos a mirar y a ver la subjetividad, la parcialidad de las cosas. Esto no implica una falta a la verdad, pero tampoco el acceso a la totalidad de ella.
Creo que nos hace falta salir de los modelos dicotómicos, y sobre todo, de aquellos que lo son falsamente. Es inadmisible que todo se plantee en términos casi tribuneros, futbolísticos (“estás de este lado o estás del otro”; “sos oficialista o sos opositor”).
Lamentablemente parece uno tener que resignarse, pero esto es un claro resultado de la dinámica y de la evolución que en el plano político este país ha tenido: se han vaciado los contenidos, se han caído las plataformas, se ha quebrado la identidad representante-representados, se ha manipulado la ideología en función del interés y el rédito político y cualquier nominación partidaria es vaga y potencialmente disruptiva. Hay unión por oposición, y hay poder por vacío de poder.
Llegamos entonces a un absurdo bipartidismo que se convierte en un monopartido que debe gobernar a pesar de los otros tantos que, siendo supuestamente muchos más, son incapaces de articular un proyecto medianamente coherente y políticamente sustentado en estructuras.
Esto es sin duda lo más triste: la falta de alternativas, no ya por imposición autoritaria, sino por propio vacío de instrumentos de la propia clase de dirigente, que atraviesa una clara crisis de hegemonía, que, sin embargo (tristemente) todavía puede torcer el brazo de un rival (¿o de varios?) absolutamente endeble, unido por espanto, tan contradictorio y oportunista como lo que critica.
No es la primera vez que esto sucede (la Unión Democrática contra Perón es muestra de ello, así como la histórica pelea entre comunistas y socialistas ya en tiempos de Yrigoyen, lo que ha signado una fuerte conflictividad al interior de los partidos tradicionalmente “de izquierda”), pero nunca se ha dado con tanta frivolidad.
Se ha naturalizado, se da por sentado que poco se puede hacer con esto.
Sí cabe decir que nunca se está condenado a nada. Tenemos capacidad de elección. ¿Cuál? No está en mí decirlo, porque sencillamente no lo sé.
Pero si no cuestionamos lo que vemos a diario, si no miramos las regularidades que se repiten y nos pasan de largo, si no dejamos que unos jueces pobres arbitren nuestra vida y nuestra mente a su antojo, seguro estaremos más perdidos.
La foto es la tapa del album "Amused to death", de Roger Waters. Siempre me pareció genial la imagen de un mono mirando la tele.
1 comentario:
Querido Facu, que buen texto analítico de nuestra realidad. Creo que no dejaste nada sin ser tenido en cuenta. Y si, si algo tiene de bueno todo esto es que ya no podemos negar la subjetividad, obviamente, nos deberemos hacer cargo de ella. Ese es el proceso que deviene de todo esto. Tal vez lo más dificil de realizar para luego, poder desde allí, desde cada subjetividad, con respeto por las mismas podamos encontrar puntos en común y comenzar a constuir algo. Desgraciadamente, el proceso es demasiado largo y lento.
Me gustó mucho.
Te mando un abrazote y hasta la noche Chun!! jaj
Publicar un comentario