Soy la palabra que no espera
el ruido que hace hablar a tu silencio
el nudo de la cinta de tu pelo
la mirada que quiere subir a tu marea

El canto de esperanza en el asfalto
los dedos torpes que sueñan con tu espalda
las amarras de un barco encallado
el asesino sin culpa ni redada

Desde mi ventana

Desde mi ventana

viernes, 29 de mayo de 2009

Quizás porque








Quizás porque no soy un buen poeta

puedo pedirte que te quedes quieta

hasta que yo termine estas palabras


Quizás porque no soy un buen artista

puedo decir "tu pintura está lista"

y darte orgulloso este mamarracho


Quizás no soy un buen soldado

dejo que ataques de frente y costado

cuando discutimos de nuestros proyectos


Quizás porque no soy de la nobleza

puedo nombrarte mi reina y princesa

y darte coronas de papel de cigarrillo


Quizás porque no soy un buen comerciante

no pido nada a cambio de darte

lo poco que tengo: mi vida y mis sueños


Quizás porque no soy nada de eso

es que hoy estás aquí en mi lecho







Sui Generis

martes, 26 de mayo de 2009

Bendita






Bendito el aroma incandescente que regalas, eterno en cada víspera del mañana. Porque allí se guarda, me cuida entre los recovecos de la tarde cuando las nubes amenazan esa lluvia a cántaros que mi pecho sueña desde tiempos remotos. Basta cerrar los ojos, encender la imaginación, pestañear entre el vaho de los trenes y allí está: intacto, eterno, una verdadera eucaristía que se repite unívoca.

La tarde se parte al medio en el banco de un parque, aquel mismo donde cerraste la llave del Edén y me atrapaste con rejas teñidas de dedos y dos ojos color café que quitaban el humo gris en esa mirada frontal sin fronteras; llueve como si el mundo acabara mañana y yo sólo quiero ser gota de lluvia y trepar en los jardines colgantes de tu pelo, bajar hacia el cielo de tu pecho desabrigado y abrazar la calma que nunca se pierde entre tus brazos.

Bendito el techo que nos guarece del frío, bendito el frío que nos guarece, nos despierta acercándonos esa certeza ineludible de estar vivo para contarlo, o para contarte, que en tus ojos veo el mundo doble, me pierdo en la combustión de tu iris y tu pupila sobre las mías que se abrazan y se abrasan hasta hacerse fuego y agua en mi boca sobre la tuya, bocado similar a una lengua de Adán (¿o de Eva?) y diez manzanas almibaradas con jengibre entre el café circundante, transeúntes emparchados y hasta otro par de sentenciados que se besan intentando imitar el milagroso encuentro que nadie más podrá repetir.

Bendita la mirada que no necesita más que ella misma para imantarte la mano hacia las cuatro paredes más cercanas que se conozcan, con olor a receptáculo, pintura de caricias con barniz en la cintura que rodeo entre el burbujear de un mate prometedor.

La tarde se consume como el mate, como el agua que sueña con tu cuerpo igual que yo, como la sangre que se hace suave como tu mejilla de terciopelo en el eterno vaivén de mis manos.

Sólo queda ese maldito adiós cargado de esperanza en tu portal, esos susurros que me persiguen el oído, el pecho, las piernas, el sexo y el alma hasta la bendita hora en que mi almohada pregunta por vos y sólo sé responderle que duermes una suerte de siesta esperanzadora.

O quizás que sólo duermes, soñando a mi lado con tu bendita costumbre de dormir al lado izquierdo.

Sólo que mañana, pero sólo mañana, no estará el mercurio de tu voz con olor a café con leche.

Pero eso a mi almohada le importa poco.

Incluso menos que a mí.

jueves, 21 de mayo de 2009

Tu arcoiris







Es maravilloso el arcoriris que pendula en tu rostro por la tarde. Apareces con carita normal, post-trabajo. Al segundo beso es otra la mirada, la expresión, te empiezan a brillar esos ojos que me parten al medio con esa luz, esa fuerza que me dejó relampagueando en la mitad de una tarde donde el café se hizo ceniza y se hizo agua en mi boca, en mi pecho, que latió como si lo hubieran despertado de un letargo imposible, por el simple motivo de que nunca se había conmovido de esa forma. Y cae la tarde y te ponés más hermosa que la vida y el mundo mismo cuando la placidez de tu mirada y la ternura que destilas en cada bendito minuto se hace licor.

Un parque parece un verdadero jardín del Edén cada vez que caminás a mi lado, y tu risa vuela como el mismísimo aire (o quizás es hasta más liviana), y tus besos me devuelven la calma al cuerpo, que recita sus primeras gotas de sudor en la pizarra del cariño, que se vuelve verano entre las hojas que caen de tu pelo.

Y una conversación puede ser el puente hacia el siguiente beso, hacia la calma ansiada de un abrazo que devuelva las ganas de sentir, que te rescate del naufragio y te deje radiante y desnuda en mitad de la vereda que enmudece y mira ante tu paso.

Y una cena sin entrada y sin postre puede ser el bocado más hermosamente salado que se haya probado jamás, sólo porque tu mirada inequívoca sobre mi tenedor dibuja tres o cuatro líneas de papel, o quizás una brisa que me engulle tanto como lo que ingresa en mi boca, o quizás la paz de saberse iluminado y espejado en el tintineo de tus pupilas llenas.

Y la noche puede ser eterna aunque el reloj, dictador tirano y obcecado, diga lo contrario. Un sofá puede ser una cama, una cama puede ser el suelo ideal para caminar, sólo porque tu mirada imponente canta a tu boca siempre mi canción favorita, aunque se mueva como una radio nerviosa e impaciente que cambia de dial sobre mi lengua, que planea un sabotaje sin escala hacia el centro mismo del manantial que esconde tu pecho detrás de una blusa violeta, que bien podría ser un arcoiris, o un baile de arenas movedizas pero firmes, como un pequeño vértigo delicioso.

En ese suelo el tiempo se detiene, o quizás vuela sin agujas, como las que se clavan en el cono sur de mi tierra cada vez que tus manos cálidas prosiguen al inevitable desliz que supone resbalar sobre mi piel de alfombra especialmente dispuesta. En el mismo sur donde descubro tu concupiscencia y la mía, donde las paredes se mueven entre risas, el viento de la ventana verde promete un mañana inmejorable y donde por primera vez dos mapas disímiles coinciden como si se hubieran dibujado en papel de piel, o de lenguas o de ojos o de manos, y los puntos cardinales pierden la brújula en el trajín del mar dulce, tan salado como mis manos en el fondo de tu mar.

Brilla, brilla el cúmulo de paz en la noche lluviosa que me conmueve y morimos de risa en nuestro refugio, cálido y luminoso como la luz que te envuelve cuando enciendo un cigarrillo en la oscuridad y la placidez habla un lenguaje inteligible cargado de sueños.

Brilla, hasta que toda la luz de la Tierra se apaga en el preciso instante en que la noche pasa a llamarse mañana






http://www.youtube.com/watch?v=Dnv9H4IOjuY

martes, 19 de mayo de 2009

jueves, 14 de mayo de 2009

El templo de los desertores





Se derrama la tarde a la hora de la siesta

se cuela tu perfume en las hendijas de la puerta

deja que te lleve, me dijo, cuando no tengas alas

o el viento te desvele en plena madrugada


Mira como si la luz fuera infinita y yo

me veo en sus pupilas llenas, frescas

como el aire que respiro desde hoy

¿dónde estarás cuando amanezca?


Abre la boca como quien pude humedad

que no se sequen nunca las rosas de tu piel

ni el terciopelo de tu pecho, pronto me iré

a soñar entre las sales de tu mar


Intentaré no rastrillar el jardín que abriste

la tarde sin fin en que con nada todo me dijiste

y esparcí sobre mi pecho todos los soles

que ayer se perdían en el templo de los desertores



Volveré temprano






Volveré temprano,

no dejaré que se seque

tu noche

ni el ficus de la entrada.

Daré luz a los peces

que navegan por la casa,

y en tu vientre

no habrá marejada.


Volveré temprano,

ponte mi pijama.

Ya lo sé,

lo que te doy es bien poco.

Pero aunque el diario

hoy se olvide de nosotros,

mañana una paloma

se posará en tus hombros.


Volveré temprano,

respira tranquila.

Cuando los demonios

salen tus heridas

no habrá que buscar

ni luz ni aspirinas.

Allí estaré yo.


Y si te despiertas

antes de que salga el sol

y algo se enreda en tu pecho,

ese seré yo.



No habrá dilaciones.

No habrá más aullidos

ni cuchillos

arrastrándose en la calle.

Seremos nosotros

los que al alba hablen

de este aroma de tormenta.

Seré yo quien te descalce.


Volveré temprano.

Hoy haré la cena.

No temas,

que la noche ya termina.

Y a lo lejos, lluvia

y unicornios que relinchan,

pasionarias que florecen

nos darán la bienvenida.


Volveré temprano.

Te traeré la aurora

y, para tu espalda,

polvo de mariposa.

Si nadan estrellas

hoy bajo tu ropa,

allí estaré yo.


Y si te despiertas

antes de que salga el sol

y algo se enreda en tu pecho,

ese seré yo.






Ismael Serrano



domingo, 10 de mayo de 2009

La gota de rocío






La gota de rocío

del cielo se cayó

y en ella el amor mío

la carita se lavó.


Pero era tan temprano

que no salía el sol

y se helaron las manos

y mejillas de mi amor.


Creí que las estrellas

la iban a buscar

y que en su cara bella

se ponían a jugar


Me dijo: tengo frío,

acércame calor

y fui con tanto brío

que encendí su corazón


Y mientras la besaba

me dijo en un temblor:

esto es lo que faltaba

para que saliera el sol.


Oh, gota de rocío

no dejes de caer

para que el amor mío

siempre me quiera tener.








Silvio Rodriguez

Album: Tríptico I





http://www.youtube.com/watch?v=VnjTbYA6FSQ

viernes, 8 de mayo de 2009

La vida debe estar en otra parte








La vida no puede ser una madeja enredada en un espejismo, ni un camino de ida hacia el abismo ante el cual te quedás inmóvil, ni una noche fría tiritando en lo oscuro, ni una carta que jamás se envía porque nunca se escribió, ni una palabra callada en la mitad de un recuerdo, ni una mirada ciega que no dice, ni una ofrenda absurda al regocijo de un orgullo.
La vida tiene que ser otra cosa.

Alguna vez el querube toca el hombro izquierdo y con un codazo certero a su hermanastra Lucifer la derriba de mi carga. No quiero para mí mares revoltosos, ni bares oscuros, ni silencios, ni miedos, ni desazones, ni espejismos, ni mentiras, ni mitades.

Quizás sí algún pedacito de verdad, una esperanza alumbrando mi ventanal, una playa desierta que me sueña jugando a bajar la luna, un café con espuma desprendiendo su aroma que tienta hasta el más reticente, una mirada franca que juegue al vis à vis, una palabra que me siente y me cierre los ojos para alumbrar las quimeras más hondas, que quieren llegar en hordas como grandes gotas de lluvia en una estación seca.

El otoño me tiene que guiar de alguna forma, no se me pueden seguir cayendo las hojas, no puedo perder las ganas de soñar con las que siempre desafié el camino del jamás que supone la finitud de este maldito universo.

A este le declaro la guerra, abierta y franca como las manos que intento ofrecerle a cada amanecer para que me lleve a caminar, porque, debo confesarlo: sigo siendo un niño.
Los balcones, los cafés, la noche, la lluvia, la sonrisa, la risa, los ojos ajenos, las miradas, la piel, la palabra, la broma y hasta el mismísimo amor me siguen pareciendo una revelación, pequeños-grandes eventos que miro como si no los hubiera observado jamás, y nutridos de ganas se me cuelan. Entonces algo me hace temblar, una certeza poco clara pero duradera, un pequeño rayo de luz que no se distingue de la marea a no ser por su luz; luz fuerte, con olor a café, a perfume nuevo, a una debilidad extraña que me guiña el ojo y me acaricia la mejilla y se posa en mis hombros como paloma solitaria y susurra sin decir, sólo que esta vez no lo necesita.

Entonces la vida vuelve a ser una sola y las calles se vacían para dejarme caminar desairado aunque más no sea por un segundo, como esos sueños cuya duración poco hace a su valor.

Los mismos sueños que alguna vez me harán dormir y hacerme ronronear en el pecho de la paz

martes, 5 de mayo de 2009

Escarchas de otoño




Hace frío aquí, yacen dos rosas

y una planta sin regar, me fui,

la noche corta más que tus uñas rojas

cuando miro al espejo y ya no estás ahí


Quedaba tanto porque fue tan poco

y el alba que espero demorará

Ya no sé si estoy cuerdo o loco

cuando lloro solo en el umbral


No sé si maldecir tu sombra o tu fantasma

que me acechan detrás de cada puerta

se cierran hasta las camas y las sábanas

que no sabrán qué añorar cuando me duerma


Sabrás perdonar, pero es de noche y te odio

porque estarás tan hermosa añorando a otro

con más dudas que certezas y no puedo

concebir que al sueño le tengas tanto miedo


Me cuenta el techo que ya está amaneciendo

siempre desayuno tu futuro y tu recuerdo

yo no sé por qué hice de la esperanza un hogar

si recién estábamos comenzando a comenzar


Pero soy torpe y no sé qué es olvidar

fijate que me ha dado por pensar

Qué ironía, qué casualidad si un día

tus dudas y tu luz me quitan la agonía

sábado, 2 de mayo de 2009

Gualicho

Gualicho o walichu es el nombre que los indios pampas daban al genio del mal, al diablo, al hermano rebelde del creador Chachao. Pero también se llama gualicho a una hierba o filtro que suele usarse para enamorar por arte de hechicería.

Hoy ya casi nadie cree en estas cosas. Pero en mi pueblo sí creíamos.

Hace muchos años, llegó a Buenos Aires un joven farmacéutico llamado Bejerman. Su verdadero nombre era Tortorello, pero el hombre había comprado la antigua farmacia "Bejerman" y es sabido que los farmacéuticos llevan el nombre de su farmacia. Tortorello venia de ser Katz en Azul y supe que el verdadero Bejerman es ahora Tepliskyen el pueblo de Pilar.

Pues bien, Bejerman vendía un yuyo que, agregado al mate producía el enamoramiento súbito del que se lo tomaba hacia el cebador.

En el pueblo empezó a comentarse la eficacia casi obscena de aquel producto que Bejerman vendía con fingida reserva.

Todas las tardes, los jóvenes se reunían a tomar mate en galpones apartados. Las ruedas se iban achicando vuelta tras vuelta, ya que los repentinos ardores iban excluyendo del concurso a los sucesivos cebadores y a sus objetos de deseo que, a su turno, marchaban al galope hacia los yuyales de la vecindad.
Al parecer, el efecto del gualicho duraba apenas unas horas. Esto lo hacia mas atractivo porque permitía disfrutar de los deleites urgentes sin tener que soportar los tramites penosos de la ulterioridad.

Con el tiempo, las personas de mayor edad y aun algunos grupos de matrimonios se aficionaron al uso del yuyo de Bejerman, hasta que llegó un momento en que todo el pueblo andaba engualichado.

Las idas y vueltas del mate caprichoso solían dibujar fugaces laberintos de amores cruzados.

En ocasiones, alguien recibía mates sucesivos de distintos cebadores.
Otras veces, el cebador que engualichaba a alguien era engualichado a su vez por otra persona.

También había mates tomados por error, manotazos usurpadores y hasta chupadas por turno de un mismo cimarrón.

Yo, en aquel tiempo, no sabia a quien amaba. Le había dado mate a todas las chicas del pueblo. Pero a decir verdad, todos habían mateado con todos.
Un día cambiaron al comisario. Nombraron a un tal Barrientos que, ni bien se entero de estos asuntos, prohibió redondamente el gualicho.

El pueblo se resistió. Las mateadas se hicieron clandestinas. Pero con Barrientos no se jugaba. En cualquier momento aparecía en medio de la rueda con cuatro o cinco vigilantes, secuestraba las pavas, las yerberas y los mates y si se hallaban rastros de gualicho, los metía a todos en el calabozo.

Por fin el intendente negoció un acuerdo. El gualicho quedaría prohibido, salvo un día por año dedicado a la celebración de La Fiesta del Mate. Durante toda esa jornada se podía engualichar libremente.

Así en mi pueblo, todos los 11 de agosto nos enamorábamos una o varias veces. La gente tomaba mate en las calles. Cualquier desconocido podía ser convidado.

Unos años mas tarde, para simplificar las cosas, se instaló un gigantesco mate en la plaza, con miles de pavas e innumerables bombillas, de suerte que todos cebaban y todos tomaban. Es decir, todos se enamoraban de todos.

Las orgías de La Fiesta del Mate aun se recuerdan. Y, por cierto, hay en el pueblo centenares de muchachos que no saben de qué mate son hijos.
Una noche, no hace tanto tiempo, visité a Bejerman en su casa.

A falta de mate, tomamos un licor que nos sirvió su mujer. A la tercera copita, el farmacéutico cayo en estado confidencial.

-Si me promete no decírselo a nadie, voy a contarle algo: el gualicho no existe. Lo que traje a este pueblo es un yuyo cualquiera, creo que contra el resfrío. Pero la gente creyó que enamoraba. Y enamorarse es creer que uno se enamora. Todos pensaban que algo los empujaba. Y era cierto. Pero ese algo, si me permite el lugar común o acaso la grosería, lo llevaban dentro. Además hay algo que lamentar entre tanta polvareda. En todos estos años nadie se enamoro de verdad. Todos creían ser victimas del gualicho y los amores eternos duraban dos horas.. El único que se salvo de esa desgracia fui yo. Yo sabia que no había yuyo que valiera y entonces viví amores puros, sin trampas ni gualichos. Y por eso estoy al lado de esta mujer, por una decisión soberana de mi corazón. Nadie me hechizo. Nadie me cebo un mate embrujado...

En ese momento, la mujer, que volvía de la cocina, le dijo mientras le ponía la mano en le hombro:

-Eso es lo que vos te creés.






Alejandro Dolina

En "El bar del infierno"

viernes, 1 de mayo de 2009

Nostalgia del filo







Esto es una muerte voluntaria,

un vuelo sin alas, una espera sin caras,

una llaga maltratada, un latir sin coronarias,

un absurdo de palabras, una lágrima de playa


Vivimos en la recta equivocada, la paralela tal vez,

la que no entiende de espejismos ni medallas

la que te aleja soñandote con él, sus carcajadas

su mirada, sus manos, sus mentiras, su después


La víctima añora al asesino, los labios el vacío

al que se salta de a dos sin escala, con desatino

Maldito destino de juez, de no a lugar,

de regalar migas a los que no piden pan


Ya me marcho, aunque el espejo sea sincero

el cristal que me corta es el tuyo

y el tuyo te corta desnuda y con esmero

¿Hace falta recordar tan sin brillo?