Soy la palabra que no espera
el ruido que hace hablar a tu silencio
el nudo de la cinta de tu pelo
la mirada que quiere subir a tu marea
El canto de esperanza en el asfalto
los dedos torpes que sueñan con tu espalda
las amarras de un barco encallado
el asesino sin culpa ni redada
el ruido que hace hablar a tu silencio
el nudo de la cinta de tu pelo
la mirada que quiere subir a tu marea
El canto de esperanza en el asfalto
los dedos torpes que sueñan con tu espalda
las amarras de un barco encallado
el asesino sin culpa ni redada
Desde mi ventana
viernes, 24 de abril de 2009
Quitarte el antifaz
Que la noche no duela...
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Es imposible no entender tu ruido. ¿Cómo podría no entender, yo, que me he quedado sordo tantas veces? Tantas que algunas noches apenas puedo contarlo, apenas puedo oírlo.
Es tan imposible como quedarse quieto cuando te imagino pasada la medianoche tan cansada, tan triste y tan sola y me veo tan cansado, tan triste y tan solo que no puedo hacer otra cosa que disfrazarme de fantasma e intentar colarme por la hendija de la puerta de tu cuarto, aquella por donde se filtra el último rayo de luz de la noche, y sólo quiero entrar para mirarte cuando duermes y quitarme hasta el ateísmo de encima y creer que otro mundo es posible quizás hasta preguntarle a tu sueño cómo es posible conciliar ese milagro que a mí me cuesta tanto. Debe ser un milagro porque tu hermosura no entiende de razones terrenales, se muere de risa delante de la lluvia y se empapa de indiferencia ante las miradas. Simplemente se deja ser en el espejo de tus ojos marrones, en el manantial de la humedad de tu boca, proporcionalmente preciosa, deseable y pequeña con número de pasaporte propio, sin nombre y con un solo apellido: paraíso; decirte que no sé cuál es el diablo que de repente me trae tu recuerdo y me hace extrañarte en el momento más inoportuno, que es, por definición, ese momento que no es. Pero algo de milagros entiendo, o quizás nada, porque solo tengo anhelos y quizás una absurda esperanza y un incomprensible intento que no se apaga nunca, entonces sólo quisiera entrar por la ventana para decirte que te extraño más que al agua en verano, más que a la almohada cuando tengo sueño, más que a las mariposas que dibujas, más que a la palabra que nunca juraste. Y te vas a reír, porque hasta el más ciego objetaría que no tengo tanta tela para cortar, pero yo extraño la cosa más pequeña, la mirada esquiva detrás del cristal, la sonrisa tímida en una tarde de verano, tu mano decidida, jugando a taparme los ojos y hacerme mirar el mundo sin ellos, como si con los tuyos sobrara, tu boca besándome por sorpresa, las charlas sobre animalitos incomprendidos o quizás, y tal vez lo mejor, la creencia de que a tu lado me sentía como pez en el agua nadando en el mar de la esperanza a corto plazo, esa que no exige demasiado futuro, ni columpio en el jardín ni cenas de salón, sólo esa, pequeña, fugaz y eterna que siente, aunque sea por un segundo, que el sueño vale la pena, que otro mundo es posible, que no hay más calma que ese abrazo incompleto.
Y quizás te rías, pero no me hace ninguna gracia. Porque la noche me duele. La noche es insomnio, la almohada está llena de plumas. Porque no tendría la menor idea de que hacer delante de toda tu persona durmiendo en paz, y yo tan idiota e insomne simplemente parado de pie al borde de tu cama sin saber que hacer. Se me ocurrirían dos mil motivos para estar ahí, desde despertarte como una brisa suave que roce tus labios y te devuelva algo de certeza, de contar esquizofrénicamente cada lunar de tu cuerpo, de aspirar una o quizás quince mil veces el perfume de tu pelo, que es tan poco particular que me encanta, sólo porque lleva tu nombre y porque no sé por qué me encanta y quisiera sentirlo las veinticuatro horas del día.
Quizás hasta sacaría del bolsillo las dos entradas que compré para el cine, al que no pude invitarte o al menos al que no te invité, pero que compré porque pensarte acurrucada durante un rato en mi hombro mirando algo en tu compañía me suponía un evento tan pequeño y gigante como la mano de un bebé durmiendo seguramente igual que vos ahora, preciosa, radiante, en una casa cansada de dar la vuelta a la manzana.
Quizás intento decir que sólo sería bueno entrar en ese cuarto si fuera con entrada, llave y número de contraseña. Para algo se inventaron las puertas, hasta ahí creo que mi nivel de racionalismo es válido. Todo lo demás es un anhelo quizás más válido que las puertas e incluso que las llaves, ni hablar de las cerraduras. La ventana es discutible. Pero no alcanza, y no hay nada más triste. Quizás sí: tu tristeza. Me duele tanto como la mía.
Quizás siendo las dos de la mañana ya sea hora de confesarte que me encantaría que fuera todo exactamente al revés, todo distinto. Quisiera yo cerrar la puerta, dejar una leve hendija de luz entrando por mi ventana, que el sueño me suma y me convierta aunque sea por unas horas en el hombre más hermoso que hayas visto jamás. Porque no sé si lo dije pero eso es lo que pensaba al abrir tu puerta. Y quisiera que me seques hasta la última gota de tristeza que me invade cada noche, que mataras a ésta con un beso, cuatro tiros o dos insultos, esos que nunca pronuncias (al menos con la gente) y me dijeras que sí, que otro mundo es posible, que querés dibujarme quince mariposas en mis hombros, curarme el insomnio, quitarme las ganas de fumar, porque cuando tus labios están cerca no hay otra cosa mejor en el mundo para llevarse a la boca, llevarme a algún café o a tu cama, o a donde fuera, pero lejos de este abismo.
Quizás en ese momento, en ese anhelado momento que ojalá fuera compartido y sin culpables, igual que éste, sólo en ese hermoso momento yo podría despertar y recitarle a la luna:
Dile que la noche ya no duele
que quiero discutir con su boca
Dile que en mi pecho ya no llueve
Que sus labios me secan gota a gota
http://www.youtube.com/watch?v=nOsmVRr7lT0
Ni inocentes ni culpables:
corazones que desbroza el temporal
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2 comentarios:
Quizá también ella piensa que eres el hombre más hermoso que jamás ha visto, quizá también observa la rendija de luz bajo tu puerta, sólo que al igual que tú espera el primer paso del otro lado.
Sólo puedo decirte que te superas cada día!!!
Un beso =)
Sos increible. No puedo decirte mas que eso. Un abrazo grande Facu.
=)
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