Soy la palabra que no espera
el ruido que hace hablar a tu silencio
el nudo de la cinta de tu pelo
la mirada que quiere subir a tu marea

El canto de esperanza en el asfalto
los dedos torpes que sueñan con tu espalda
las amarras de un barco encallado
el asesino sin culpa ni redada

Desde mi ventana

Desde mi ventana

miércoles, 26 de febrero de 2014

Paco





No recuerdo el día exacto en que te conocí, pero sí recuerdo que era más joven, más que ahora (menuda obviedad). Sonaba una guitarra de fondo que atrajo mi atención y mi madre me preguntó, absorta: “¿no conocés a Paco de Lucía?”.


Debía tener 18 años. Desde entonces cada tanto, en esas tardes donde uno necesita algo de paz, la compactera se abre e ingresan ciento cuarenta y siete arpegios irreproducibles en otras manos.

Sí recuerdo la última vez que oí tu música. No fue de tus manos. Andaba perdido por alguna callecita de Barcelona, cerquita de la catedral, pasando la Placa del Rei o Jaume I, no lo recuerdo. En una esquina de esas calles viejas, angostas, más guapas que la madre patria misma. Un muchacho tocaba una guitarra (evidentemente) española. No era la primera vez que lo escuchaba, la melodía no me era muy conocida y seguí caminando. Serían cerca de las siete, porque todavía no era de noche. Llegaba a la esquina y tuve que volver corriendo, porque sonaba una maravilla de ese tal Paco, y la vida se hacía canción, música, magia, o algo así.


Algo como esto:



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